A
veces etiquetamos a los demás sin conocerlos bien, simplemente por la opinión
de otros.
Siempre
se puede aprender algo de otra persona, así que porqué no tratamos de conocerlas
antes de formarnos una opinión?... ¡puede que te lleves muchas sorpresas agradables!
Sin
embargo, aquellos perfiles que no valoran las consecuencias de sus actos, ni
miden el efecto de sus palabras, tampoco les preocupa el daño que puedan hacer
a segundas personas. Todos hemos vivido en alguna ocasión esa característica de
la estupidez humana donde se actúa con completa negligencia emocional y
racional, sin ser consciente del efecto de ciertos comportamientos.
Nuestra zona de confort nos hace sentirnos
más seguros. Abarca todo aquello que conocemos, esos ambientes de los que nos sentimos
parte y en donde estamos totalmente a gusto. Dicen los psicólogos que las
personas inteligentes suelen ser más reflexivas y también más inseguras en su día
a día. Ante un mundo complejo, lleno de contradicciones, las personas
inteligentes se ven como figuras “extrañas”, y ajenas a esos entornos. Las personas
menos inteligentes suelen mostrar una elevada seguridad, son más vehementes,
más “ruidosas” y tienen la capacidad de influenciar a los demás por este tipo
de rasgos.
El mejor estado es vivir con una adecuada armonía
interior donde no quede espacio para los vacíos, para los apegos o las
idealizaciones imposibles. Lo creamos o no, a lo largo de nuestra vida
siempre va a llegar ese momento. Ese instante en que nos digamos a nosotros
mismos “deseo calma, quiero encontrar mi equilibrio interior”. Debemos
tener un propósito claro. Esa felicidad o paz
en la que uno se siente bien por como es con sus defectos y virtudes.